FRANCISCO ÁLVAREZ JIMÉNEZ
"CURRO ÁLVAREZ"

Curro Álvarez

como es conocido en Facinas, nació un dieciséis de diciembre de mil novecientos veinticuatro.


Cualquier vecino que pase de los cincuenta tiene que recordar a Curro en la carnicería que tenía en la calle Constitución y junto a ella el bar cuya esquina daba a la plaza de San Isidro.

De aspecto serio, su fuerte corpulencia le daba un aspecto de hombre duro, pero dentro de él guardaba una flema y una “sangre gorda” que muchas veces se dudaba si hablaba formalmente o en broma.

Quién no recuerda aquellas peleas que provocaba entre Juan Viera y Maria, su mujer, (pareja súper popular también en aquella fecha) enfrentándolos al inventarse amoríos de Juan y que respondía María con toda clase de sofocos e improperios.

Durante muchos años llevó en arrendamiento los terrenos del campamento militar, donde tenía los animales que luego mataba, entonces las reses iban del campo al matadero donde está hoy la nave municipal, y no como hoy que tienen que venir de las industrias de carne.

Curro se echaba a cuestas un cochino de un montón de arrobas abierto en canal y lo transportaba hasta la carnicería como si tal cosa.

Esa ocupación del campamento le hacía estar en contacto con los soldados que venían aquí destacados ya solamente como guardianes del recinto una vez que había dejado de ser un centro de instrucción.

Pues bien, todos estos muchachos eran tratados por Curro como si fueran hijos suyos. Muchos de ellos le ayudaban en las faenas de cría de los animales, pero recibían después de Curro el calor de una familia que les hacía mas llevadero esta especie de retiro.

Esa gran humanidad de Curro le granjeó el respeto y la amistad de todo el que le conocía, vecinos de Facinas y aquellos que venían de fuera tanto a la carnicería como al bar donde siempre ponía tapas de chicharrones preparadas por él.

Casado con Antonia Quintana Guerrero tiene cuatro hijos; Antonio Rafael, Juani, Mari Luz y Yolanda, y once nietos.

Hoy continúa viviendo junto a su mujer, aunque aquejado de unos males que han deteriorado tanto su aspecto físico que es difícil creer que ese cuerpo albergara tanta fuerza en su día.

Su mirada aún conserva la bondad que siempre estuvo en su cerebro.


Facinas, 23 de octubre de 2008